84, 85 y 86
21:45 p.m.
Tom miró su reloj por enésima vez. Estaba nervioso. El saltar de su pierna lo delataba.
Se encontraba parado frente al bar donde habían acordado verse y, curiosamente, justo donde se habían conocido. Nada más fue verlo tocar el bajo aquella noche como invitado especial en un grupo para quedar atontado por su destacante talento y aquellos movimientos seductores. Además, aquel chico era bastante atractivo.
Estaba harto de sus rutinas nocturnas: salir, hallar a alguien, acostarse con él y repetir lo mismo al día siguiente, claro, con una persona diferente. Por eso, había decidido por fin seguir el consejo de su gemelo respecto a salir con alguien y conocerla mejor antes de meterse con ella bajo las sabanas. Por esa razón estaba ahí, esperando a su cita. La primera que tenía en su vida.
Cuando un inquieto dedo le picó el hombro varias veces y él volteó, la comisura de sus labios dibujó una sonrisa.
—¿Esperaste mucho?
—No realmente —sonrió. Tom lo observó.
Unos intensos ojos azules rodeados de lapiz negro le miraban de hito en hito. El pelinegro se intimidó.
—Antes que nada, ¿cuál es tu nombre? —preguntó para escudarse—. Yo soy Tom.
—84, puedes decirme así.
Tom arrugó el entrecejo.
—¿84?
—No quiero entrar en detalles —. El de trenzas asintió, dudando.
—Ok... ¿y a dónde quieres ir?
Pero cuando el chico lo tomó inesperadamente de las trenzas y haló de ellas para empezar a correr mientras gritaba:
—¡Al parque de diversiones!
Realmente comenzó a angustiarse.
La última vuelta fue la peor de todas, y Tom supo eso cuando su estomago se agitó peligrosamente. No resistiría más tiempo. Los gritos de emoción a un lado suyo lo aturdían aún más.
Lo primero que habían hecho al llegar fue atragantarse de toda la comida chatarra que pasó por sus narices y, después de que lo arrastraron casi a la fuerza para subirse a cada uno de los juegos extremos debido a la hiperactividad de su acompañante él, ya reflexionando montado en la montaña rusa, se arrepentía de no haber protestado. Le gustaban este tipo de juegos, pero únicamente con su hermano podía disfrutarlos.
El monstruo se detuvo y Tom fue el primero en bajar con una mano en el estomago y la cara verde como el ogro Shrek.
84, brincando de adrenalina fue hacia él y lo agitó con fuerza, mostrandole lo emocionado que estaba. Tom tuvo que ir al arbusto más cercano a vomitar.
—Aún vomitando te ves demasiado lindo —alardeó el rubio, quien no dejaba de mirarlo.
El del labio perforado únicamente sorbió un enorme trago de agua de la botella que 84 le tendió. Pero cuando apenas se recuperaba, unos inquietos y expertos labios atacaron los suyos y él... simplementre se dejó hacer.
—¿84?
—Lo sé, hice la misma expresión que tú.
Bill quien, sentado sobre la mesilla de la cocina mordía una tostada, rodó los ojos.
—Si la cita fue tan horrible como me contaste, ¿por qué saldrás hoy nuevamente con él?
Tom se encogió de hombros.
—Tenía un no sé qué que me gustó.
—Te acostaste con él, ¿cierto?
La sonrisa traviesa del mayor aprobó tal hecho.
—¡Y fue genial!
Bill negó. Estaba claro que para su hermano el consepto cita le había entrado por un oído y salido por el otro.
Tom estaba confundido. ¿Qué había pasado con el chico hiperactivo de ayer? El rubio agachaba la cabeza cada vez que le miraba. “Qué extraño”, pensó. Más aún cuando se enteró qué harían esta noche.
—¿Quieres que te lleve a cenar a dónde? —se exaltó el pelinegro.
—Al Honey Castle —agachó la cabeza nuevamente—, siempre he querido ir ahí.
Tom dudó, pero al final aceptó. Realmente no podía creer que este chico tuviera su lado romántico, ya que ese restaurante era el más cursi de la ciudad. Ideal para los enamorados; eso lo asustaba.
La velada iba... bien. Hablaban, reían y la comida estaba deliciosa. Tom se sentía cómodo, aunque seguía sin entender cómo esa fierecilla salvaje se había convertido en un tierno gatito. Sorprendentemente le agradaba esta fase.
—Me gusta tu piercing, Tom —mencionó con timidez. Eso hizo sonreir al pelinegro.
Con confianza, Tom lo besó con fuerza, tratando de profundizar el beso al segundo. El rubio lo apartó temerosamente y sus mejillas se encendieron.
Se extrañó.
¡Como si fuese la primera vez que lo besaba!
—84, ¿estás bien?
—Hum... es 85. Y sí, estoy bien. Sólo no me lo esperaba.
Después de ofrecerle disculpas por su impulso y por cometer el error de cambiarle el nombre (pues seguramente había escuchado mal la noche anterior), ambos salieron del restaurante y así su cita finalizó frente a la puerta del departamento de 85, donde lo había acompañado con inesperada caballerosidad. Pero tras escuchar un “¿Quieres pasar?” el trenzudo permaneció ahí.
Esa fue una propuesta que no pudo rechazar.
—¡Aparta los ojos de mi chico o te reviento los huevos de una patada!
El pobre corredor que pasó junto a ellos, aceleró sus pasos y salió de su camino espantado.
Tom exhaló para tranquilizarse. Después de todo, era lo que Bill le había recomendado una vez que le contó sobre sus extraños cambios bipolares. ¿De una noche eufórica como un semental a pétalos en la cama como un virginal? Estaba claro que ese chico tenía un problema de personalidad y hoy, en su tercera cita, no pasó por alto esa peculiaridad ahora... agresiva.
No se dirijían a un parque de diversiones o a un restaurante elegante. Todo lo contrario, 86 (porque sí, al final nunca fue 84 ni 85), había pasado por Tom a su casa y ahora lo llevaba directamente al hotel donde seguramente tendrían mucho que hacer ahí.
Y tal y como estaba predicho, esa noche Tom no durmió nada.
—Pero mira qué pinta te cargas, eh —Bill penetró la habitación de su hermano hallandolo recostado boca abajo sobre la cama, adolorido.
—¿R-recuerdas haberme dicho aquel consejo sobre cambiar de roles? —cuestionó Tom, quejándose cuando intentó sentarse— ¡Pues es una mierda!
Bill agrandó los ojos.
—Jajaja, ¡no! Así que el domador resultó domado, ¿eh?
—¡De rosas suaves pasó a látigos y sadomasoquismo! —Un escalofrio lo dominó al recordar aquellas esposas que lo habían mantenido sujeto a la cama… pecho abajo— ¡Pero fue la última vez! ¡No más citas, no más 84, 85 o como quiera que se llame! ¡Esto lo termino ahora!
Y tras su dictamen se puso de pie (con dificultad) y deambuló hacia la puerta principal, quedandose atónito al abrirla.
—¡¿T-tú aquí?!
—He venido a secuestrarte. ¡Vamos! No tenemos mucho tiempo—. Ochenta y tantos comenzó a tirar de su brazo mientras Tom se aferró al marco de la puerta. Bill alzó una ceja, observando la escena.
—¡No iré a ningún lado contigo!
—¡Hey, 84! ¿Qué planeabas hacer? —Cuando otro jóven idéntico al rubio también lo sujetó del otro brazo, Tom casi desfallece.
—¡¿Qué rayos pasa aquí?! —Apenas pudo gritar el de trenzas.
—¡85, sueltalo! él es mío así que no te entrometas.
—¡Planeabas llevártelo antes que yo, no lo permitiré! Él se la pasó mejor conmigo. ¡Sueltalo tú!
La cabeza de Tom daba vueltas mientras procesaba la información. ¡Gemelos! ¿Cómo pudieron engañarle así?
Pero cuando pensó que nada más podría resultar peor, se equivocó. Una tercera persona idéntica a los rubios empujó a ambos, apoderandose de él de inmediato.
—¡¿Trillizos?! —Bill no pudo reprimir una carcajada. Vaya jugarreta le habían hecho a su hermano.
El rostro de Tom hablaba por sí solo.
—¡No lo toquen! Él y yo nos la pasamos genial ayer, así que ¡fuera!
—¡Eso no es cierto, 86! —hablaron a coro.
Y entre tanto grito, jaloneo, disputas ridículas y sobre todo histeria, no pudo soportarlo más.
—¡Basta! —logró soltarse— ¿pueden explicarme por qué coño hicieron esto?
Y 85, siendo insitado por sus hermanos, habló.
—Porque a los tres nos gustaste—. Cabezas cabizbajas.
Tom, inesperadamente sintió compasión por ellos y, bueno, ¿quién no podría resistirsele? Pensaba para sus adentros.
Y sabiendo que no podría ganar esto, se rindió.
—Bueno, entiendo su punto y... —soltó aire— ¡Bah! ¿Qué más da? ¿Quién quiere dar una vuelta conmigo?
Izzy, Kelli y Rock (como eran sus respectivos nombres), tras gritar de emoción se dirigieron al auto de Tom peleandose por quién iría adelante.
Bill, quien miraba desde el marco de la puerta, observó cómo todos abordaron el vehículo y enseguida una música estridente emanó de éste. Arrancó con un rechinido.
Suspiró.
—Me pregunto si algún día me notarás, Tom —tras pensarlo, sacudió la cabeza—. ¡Pero qué estoy diciendo! Eso sería demasiado crack.
Fin
Aparte de la pareja crack, toda la situación fue crack, ¿verdad? ;D Una vez más, felicitaciones a la ganadora y, como aclaración, la pairing fue Tom/Snake of Eden.
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