Ganador del concurso Halloween '15 "Siéntelo todo": Injerto contra huésped por Selene Ruiz de Vivar

Considerando que Halloween se antoja como una fecha llena de elementos dignos de despertar la imaginación, este año no podíamos dejarlo sin que se celebrara un concurso o reto~ Para sumar dificultad esta vez se le pidió a las autoras, para hacer honor al nombre del disco de TH y al del concurso, que nos regalaran dos puntos de vistas, brindándonos así un panorama más completo en una misma historia. La ganadora de esta ocasión se animaba a participar por primera vez, ¡así que muchas felicitaciones para ella! ^^

Injerto contra huésped por Selene Ruiz de Vivar



Categoría: Slash
Género: Terror, drama
Advertencias: Muerte de un personaje
Resumen: Sólo hay algo más terrorífico que el hecho de que tu gemelo parásito te esté arrebatando la vida poco a poco: que lo esté haciendo conscientemente, o más aún, que tenga conciencia de todo allá en su oscuridad.
Notas de autor: Este oneshot se ha escrito en las tres últimas horas del reto; por ser una historia, digamos, sobrevenida, espero que no se la juzgue con excesiva severidad. El hecho es que me rondaba y tenía que darle forma, no podía dejármela dentro (y nunca mejor dicho).

—Buenos días, señora Trümper. ¿Qué tal, Tommy, cómo va todo? —la sonrisa del doctor era franca, pero su tono de voz impostado denotaba cierta condición forzada, la cual no pasó desapercibida a Simone después de tanto tiempo recorriendo consultorios con su hijo. El muchacho sonrió levemente y las ojeras debajo de sus ojos parecieron oscurecerse aún más.
—¿Me dejas un momento a solas con tu madre? Afuera la enfermera Heldwig te espera con una cocacola y unas revistas.
Tom salió con una lentitud inusual para su edad. Se bamboleaba un poco y eso unido a las rastas rubias  al viento y el aspecto demacrado le daba una apariencia que resultaba irresistible para muchos. El doctor se giró hacia la madre, mirándola fijamente.

—Señora Trümper, en la consulta de Psiquiatría no podemos hacer nada más por su hijo. Después de años de tratamiento, como ve, hemos sido incapaces de controlar las alucinaciones auditivas e invasivas y el trastorno disociativo de su hijo ni con  medicación ni con la ayuda de nuestro equipo asociado de psicólogos. Se descarta por completo que haya padecido esquizofrenia infantil. Las molestias físicas que refiere no son psicosomáticas. Mi consejo es que lo derivemos hacia un especialista en Medicina Interna y se trate como  cualquier dolencia fisiológica. Vamos a retirarle de inmediato los neurolépticos.
—¿Me está diciendo que durante todo este tiempo han estado atiborrándolo de pastillas y lo han dejado como un zombie porque se han equivocado de diagnóstico? —La angustia  de la madre se hacía visible en el temblor de su voz.
—Le estoy diciendo, señora, que, sea lo que sea lo que tiene su hijo, no está en la psique.

Tomi, por fin estos estúpidos se enteran de algo. Pero nunca sabrán la verdad. Nunca sabrán que me mataste y que por tu culpa no veo la luz del sol. Y que me condenaste a esta cárcel oscura, a mí, que podría haber sido aún más bello que tú. Pero la forma en que lo hiciste te convirtió en mi esclavo y ahora tu vida, nuestra vida, depende sólo de mí.


¡Mamá! —el joven se revolvía de dolor en su cama rodeada de pósters de fútbol y de su rapero favorito, Samy Deluxe. Mamá, ven y ayuda si puedes a tu hijo. ¡Mamá!
Simone lo encontró boca abajo inconsciente. El dolor había  hecho que se desmayara y casi se ahogara en un vómito de sangre. Lo abrazó  con fuerza zarandeándolo para comprobar que seguía vivo.
—¡Gordon! ¡Llama a una ambulancia!
La madre lloraba amargamente sobre el vientre de su hijo cuando llegaron los paramédicos con el soporte vital para Tom.

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Parece que van a descubrir nuestro secretito, Tommy… hum. Todo esto es culpa tuya. Tendrías que haber aguantado como un hombre, pero no, tenías que llorar como una nena. Durante años estos imbéciles han creído que yo estaba en tu cabeza, pero ahora van a averiguar dónde estoy realmente. Prepárate a venir conmigo a los abismos… estamos juntos en esto…. ¡en esto y en todo!

—Hijo, tienes visita.
Tom se incorporó ligeramente sobre la cama. Simone se apartó y apareció la tímida figura de su novia desde el segundo curso de secundaria, Ria. Tom sonrió, pero su sonrisa no tardó en convertirse en rictus al sentir un fuerte tirón en sus entrañas.
—¿Te sientes mal, hijo? ¿Quieres que avise a la enfermera para que te ponga un calmante?
—No, mamá… déjanos solos por favor.
Ria sonrió a su suegra mientras se iba y al quedar a solas con Tom se acercó a darle un beso en los labios. El joven se apartó con desagrado. La chica se quedó paralizada y enrojeció vivamente. Tom intentó tomarle la mano, avergonzado de su reacción.
—Perdona, Ria, es que… es que estoy tomando unos calmantes muy fuertes, y  bueno, me cambian el humor…
—No te preocupes, Tom. Te amo.
—Yo también te amo.

No creas que te lo vas a follar nunca, zorra, puta asquerosa. Él es mío. Es todo lo que yo quiero ser, brilla en mi sombra y yo en la suya. Aparta, maldita. Nunca lo tendrás, y de eso me encargaré yo, personalmente. Tu aliento casi llega a marearme hace un momento. Si pudiera te borraba de la faz de la tierra. Pero me conformo con que él no sea nunca tuyo.

—Mira quiénes están aquí. —Georg y Gustav entraron a la habitación a visitar a su amigo.
—Así que haciéndote el enfermo otra vez… ¡hay que ver lo que hacen algunos con tal de no ir a clase!
Todos rieron de buena gana menos Tom, que se sentía como si las vísceras fueran a salírsele por el pecho. Intentó que su cara de porcelana no se le desfigurara una vez más en una mueca.
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—Señora Trümper, tome asiento. Tengo algunas preguntas que hacerle.
Simone se sentó, expectante.
—¿El embarazo de Tom fue normal? ¿No se le notificó nada? En el dossier que nos ha aportado su médico anterior se nos indica que fue gemelar.
—Sí, así es—Simone se quedó pensativa. Pero uno lo perdí. ¿Esto qué tiene que ver? —prosiguió, extrañada.
El médico se levantó.
—¿Está segura de que lo perdió? ¿Notó sangrados, molestias? Sus gemelos eran univitelinos; tendría que haber perdido los dos en todo caso.
Volvió a sentarse y se quitó las gafas. Tal vez no quería ver la expresión de la señora Trümper cuando oyera lo que tenía que decirle.
—Señora, parece que en Tom se ha dado un caso muy raro, que sólo se da una vez de cada medio millón. —El doctor carraspeó, incómodo—. Tenemos otros casos documentados…
—Siga —interrumpió Simone, dominante por una vez. El doctor levantó los ojos y la enfrentó.
—Se trata de… ejem… una alteración del desarrollo embrionario… Se lo explicaré. Cuando el óvulo fecundado iba a dividirse en gemelos idénticos uno quedó atrapado dentro del otro… es una condición muy rara que llamamos fetus in fetu. El caso es que una masa orgánica con tronco y extremidades, que se conoce como gemelo parásito, puede quedar alojada dentro del cuerpo del otro  y alimentarse de su torrente sanguíneo…
—¡Noooooooo!—el grito desgarrador se escuchó por toda la consulta, paralizando momentáneamente todas las actividades. Simone se levantó bruscamente y su silla cayó al suelo con estrépito—. ¿Me está diciendo que… que todo el sufrimiento de mi hijo es real? ¿Qué todas las voces, las cosas que se ve obligado a hacer, es mi otro hijo quien las impulsa?
—Señora, no enloquezcamos. Le estoy hablando de un problema físico. Lo que usted cuenta es otro problema, un trastorno psicológico, un probable desorden mental…
Simone se sintió como si recorriera una y otra vez la misma pesadilla. Quiso cortar de raíz el mismo discurso cientifista que ya había oído una y otra vez a aquella pandilla de ignorantes con un título.
—Está bien —trató de calmarse—. Quíteselo. Opérenlo cuanto antes. Saquen ese tumor, esa… excrecencia de la vida de mi hijo.
—Me temo que no es tan fácil. —El doctor se adentró en el peor momento, aquel en el que tenía que hacer lo más duro de su trabajo—. La… excrecencia como usted dice, ha crecido de forma desmesurada y al no existir placenta se alimenta directamente del torrente sanguíneo de su hijo, exactamente como un tumor. Ahora mismo la operación es inviable: nos expondríamos a una hemorragia masiva interna. El problema más grave, no obstante —bajó los ojos incapaz de contemplar la consistencia de la desventura de aquella mujer desolada—, es que esta masa se está comportando como un injerto en el cuerpo de su hijo, que está reaccionando contra él… para que me entienda, es como si estuviera rechazando un trasplante. Esto puede ser… ejem… muy doloroso para él.
Simone se quedó muy callada. Sentía que su cuerpo rígido no reaccionaba a sus órdenes. Se sintió repentinamente invadida por una ola de horror sin redención, como si en su interior se hubiera instalado un monstruo que amenazaba con destruirla.
—¿Qué puede ofrecerme?
—Bueno… podemos aliviar el dolor de su hijo. Propongo que se le inyecte morfina directamente a la médula, además en cuidados paliativos estará continuamente vigilado y sedado…
Simone se levantó y abandonó la estancia sin decir una palabra. Paradójicamente le acudían los recuerdos de alegría, suya y de Jörg, su primer marido, de cómo le había dado vueltas en el aire cuando supo que esperaban gemelos y cómo inmediatamente los había puesto nombre, también al que no había nacido.
Bill.

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Tom lloraba en silencio en su habitación. Por qué, por qué había tenido que pasar esto. Por qué su cuerpo se había posesionado del cuerpo de su hermano dejándolo dentro de sí como un monstruoso Cronos.
Pero sobre todo, por qué aquel cuerpo atrapado había seguido completamente consciente de todo.
El muchacho se quitó lentamente todas las máquinas que controlaban sus constantes y la vía que lo conectaba al gotero que le suministraba los sedantes.  Con cautela se dirigió a las escaleras, escondiéndose cada vez que oía pasos. Llevaba solamente la bata del hospital y las rastas sueltas por la espalda le daban un aspecto de Medusa mitológica; su mirada decidida probablemente habría petrificado de sorpresa a más de uno, pero, sorprendentemente, nadie se cruzó en su camino, nadie interceptó su subida a la azotea del hospital, donde se encontraba el helipuerto donde había llegado casi en estado precomatoso, en el helicóptero donde los médicos habían logrado mantenerlo con vida.
Estaba amaneciendo. Era uno de esos amaneceres rojizos donde la vida parecía que sonreía. Tom ofreció por última vez su magnífico perfil al horizonte, acercándose sin miedo al borde.

Eso es, hazlo. Salta. Libéranos. Y si no lo haces, yo saltaré por ti. Te quiero. Te quiero. Te perdono.

Tom saltó. La bata se abrió en lo que pareció por un momento las alas de un ángel. Una patrulla policial llegó al poco rato, avisada por unos testigos.
Los policías se comunicaron con la central.
—Sí… todo parece indicar que ha sido un suicidio, sí, al parecer padecía una enfermedad terminal. Parece que los testigos se cegaron con la luz del sol, porque estaban dispuestos a jurar que se trataba de dos chicos que habían saltado abrazados. Sí, ya están levantando el cadáver. Vamos para allá.

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