Considerando que Halloween se antoja como una fecha llena de elementos dignos de despertar la imaginación, este año no podíamos dejarlo sin que se celebrara un concurso o reto~ Para sumar dificultad esta vez se le pidió a las autoras, para hacer honor al nombre del disco de TH y al del concurso, que nos regalaran dos puntos de vistas, brindándonos así un panorama más completo en una misma historia. La ganadora de esta ocasión se animaba a participar por primera vez, ¡así que muchas felicitaciones para ella! ^^
Injerto contra huésped por Selene Ruiz de Vivar
Categoría: Slash
Género: Terror, drama
Advertencias: Muerte de un personaje
Resumen: Sólo hay algo más terrorífico que el hecho de que tu gemelo parásito te esté arrebatando la vida poco a poco: que lo esté haciendo conscientemente, o más aún, que tenga conciencia de todo allá en su oscuridad.
Notas de autor: Este oneshot se ha escrito en las tres últimas horas del reto; por ser una historia, digamos, sobrevenida, espero que no se la juzgue con excesiva severidad. El hecho es que me rondaba y tenía que darle forma, no podía dejármela dentro (y nunca mejor dicho).
—Buenos días, señora Trümper. ¿Qué tal, Tommy, cómo va
todo? —la sonrisa del doctor era franca, pero su tono de voz impostado denotaba
cierta condición forzada, la cual no pasó desapercibida a Simone después de
tanto tiempo recorriendo consultorios con su hijo. El muchacho sonrió levemente
y las ojeras debajo de sus ojos parecieron oscurecerse aún más.
—¿Me dejas un momento a solas con tu madre? Afuera la
enfermera Heldwig te espera con una cocacola y unas revistas.
Tom salió con una lentitud inusual para su edad. Se bamboleaba
un poco y eso unido a las rastas rubias
al viento y el aspecto demacrado le daba una apariencia que resultaba
irresistible para muchos. El doctor se giró hacia la madre, mirándola
fijamente.
—Señora Trümper, en la consulta de Psiquiatría no
podemos hacer nada más por su hijo. Después de años de tratamiento, como ve,
hemos sido incapaces de controlar las alucinaciones auditivas e invasivas y el
trastorno disociativo de su hijo ni con
medicación ni con la ayuda de nuestro equipo asociado de psicólogos. Se
descarta por completo que haya padecido esquizofrenia infantil. Las molestias
físicas que refiere no son psicosomáticas. Mi consejo es que lo derivemos hacia
un especialista en Medicina Interna y se trate como cualquier dolencia fisiológica. Vamos a
retirarle de inmediato los neurolépticos.
—¿Me está diciendo que durante todo este tiempo han
estado atiborrándolo de pastillas y lo han dejado como un zombie porque se han
equivocado de diagnóstico? —La angustia
de la madre se hacía visible en el temblor de su voz.
—Le estoy diciendo, señora, que, sea lo que sea lo que
tiene su hijo, no está en la psique.
Tomi, por fin estos estúpidos se enteran de algo. Pero
nunca sabrán la verdad. Nunca sabrán que me mataste y que por tu culpa no veo
la luz del sol. Y que me condenaste a esta cárcel oscura, a mí, que podría
haber sido aún más bello que tú. Pero la forma en que lo hiciste te convirtió
en mi esclavo y ahora tu vida, nuestra vida, depende sólo de mí.
—¡Mamá! —el joven se revolvía
de dolor en su cama rodeada de pósters de fútbol y de su rapero favorito, Samy
Deluxe. Mamá, ven y ayuda si puedes a tu hijo. ¡Mamá!
Simone lo encontró boca abajo inconsciente. El dolor
había hecho que se desmayara y casi se
ahogara en un vómito de sangre. Lo abrazó con fuerza zarandeándolo para comprobar que
seguía vivo.
—¡Gordon! ¡Llama a una ambulancia!
La madre lloraba amargamente sobre el vientre de su
hijo cuando llegaron los paramédicos con el soporte vital para Tom.
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Parece que van a descubrir nuestro secretito, Tommy… hum.
Todo esto es culpa tuya. Tendrías que haber aguantado como un hombre, pero no,
tenías que llorar como una nena. Durante años estos imbéciles han creído que yo
estaba en tu cabeza, pero ahora van a averiguar dónde estoy realmente.
Prepárate a venir conmigo a los abismos… estamos juntos en esto…. ¡en esto y en
todo!
—Hijo, tienes visita.
Tom se incorporó ligeramente sobre la cama. Simone se
apartó y apareció la tímida figura de su novia desde el segundo curso de
secundaria, Ria. Tom sonrió, pero su sonrisa no tardó en convertirse en rictus
al sentir un fuerte tirón en sus entrañas.
—¿Te sientes mal, hijo? ¿Quieres que avise a la enfermera
para que te ponga un calmante?
—No,
mamá… déjanos solos por favor.
Ria sonrió a su suegra mientras se iba y al quedar a
solas con Tom se acercó a darle un beso en los labios. El joven se apartó con
desagrado. La chica se quedó paralizada y enrojeció vivamente. Tom intentó
tomarle la mano, avergonzado de su reacción.
—Perdona, Ria, es que… es que estoy tomando unos
calmantes muy fuertes, y bueno, me
cambian el humor…
—No te preocupes, Tom. Te amo.
—Yo también te amo.
No creas que te lo vas a follar nunca, zorra, puta
asquerosa. Él es mío. Es todo lo que yo quiero ser, brilla en mi sombra y yo en
la suya. Aparta, maldita. Nunca lo tendrás, y de eso me encargaré yo,
personalmente. Tu aliento casi llega a marearme hace un momento. Si pudiera te
borraba de la faz de la tierra. Pero me conformo con que él no sea nunca tuyo.
—Mira quiénes están aquí. —Georg y Gustav entraron a
la habitación a visitar a su amigo.
—Así que haciéndote el enfermo otra vez… ¡hay que ver
lo que hacen algunos con tal de no ir a clase!
Todos rieron de buena gana menos Tom, que se sentía
como si las vísceras fueran a salírsele por el pecho. Intentó que su cara de
porcelana no se le desfigurara una vez más en una mueca.
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—Señora Trümper, tome asiento. Tengo algunas preguntas
que hacerle.
Simone se sentó, expectante.
—¿El embarazo de Tom fue normal? ¿No se le notificó
nada? En el dossier que nos ha aportado su médico anterior se nos indica que
fue gemelar.
—Sí, así es—Simone se quedó pensativa. Pero uno lo
perdí. ¿Esto qué tiene que ver? —prosiguió, extrañada.
El médico se levantó.
—¿Está segura de que lo perdió? ¿Notó sangrados,
molestias? Sus gemelos eran univitelinos; tendría que haber perdido los dos en
todo caso.
Volvió a sentarse y se quitó las gafas. Tal vez no
quería ver la expresión de la señora Trümper cuando oyera lo que tenía que
decirle.
—Señora, parece que en Tom se ha dado un caso muy
raro, que sólo se da una vez de cada medio millón. —El doctor carraspeó, incómodo—.
Tenemos otros casos documentados…
—Siga —interrumpió Simone, dominante por una vez. El
doctor levantó los ojos y la enfrentó.
—Se trata de… ejem… una alteración del desarrollo
embrionario… Se lo explicaré. Cuando el óvulo fecundado iba a dividirse en
gemelos idénticos uno quedó atrapado dentro del otro… es una condición muy rara
que llamamos fetus in fetu. El caso es que una masa orgánica con tronco y
extremidades, que se conoce como gemelo parásito, puede quedar alojada dentro
del cuerpo del otro y alimentarse de su
torrente sanguíneo…
—¡Noooooooo!—el grito desgarrador se escuchó por toda
la consulta, paralizando momentáneamente todas las actividades. Simone se
levantó bruscamente y su silla cayó al suelo con estrépito—. ¿Me está diciendo
que… que todo el sufrimiento de mi hijo es real? ¿Qué todas las voces, las
cosas que se ve obligado a hacer, es mi otro hijo quien las impulsa?
—Señora, no enloquezcamos. Le estoy hablando de un
problema físico. Lo que usted cuenta es otro problema, un trastorno
psicológico, un probable desorden mental…
Simone se sintió como si recorriera una y otra vez la
misma pesadilla. Quiso cortar de raíz el mismo discurso cientifista que ya
había oído una y otra vez a aquella pandilla de ignorantes con un título.
—Está bien —trató de calmarse—. Quíteselo. Opérenlo
cuanto antes. Saquen ese tumor, esa… excrecencia de la vida de mi hijo.
—Me temo que no es tan fácil. —El doctor se adentró en
el peor momento, aquel en el que tenía que hacer lo más duro de su trabajo—. La…
excrecencia como usted dice, ha crecido de forma desmesurada y al no existir
placenta se alimenta directamente del torrente sanguíneo de su hijo,
exactamente como un tumor. Ahora mismo la operación es inviable: nos
expondríamos a una hemorragia masiva interna. El problema más grave, no
obstante —bajó los ojos incapaz de contemplar la consistencia de la desventura
de aquella mujer desolada—, es que esta masa se está comportando como un
injerto en el cuerpo de su hijo, que está reaccionando contra él… para que me
entienda, es como si estuviera rechazando un trasplante. Esto puede ser… ejem… muy
doloroso para él.
Simone se quedó muy callada. Sentía que su cuerpo
rígido no reaccionaba a sus órdenes. Se sintió repentinamente invadida por una
ola de horror sin redención, como si en su interior se hubiera instalado un
monstruo que amenazaba con destruirla.
—¿Qué puede ofrecerme?
—Bueno… podemos aliviar el dolor de su hijo. Propongo
que se le inyecte morfina directamente a la médula, además en cuidados
paliativos estará continuamente vigilado y sedado…
Simone se levantó y abandonó la estancia sin decir una
palabra. Paradójicamente le acudían los recuerdos de alegría, suya y de Jörg,
su primer marido, de cómo le había dado vueltas en el aire cuando supo que
esperaban gemelos y cómo inmediatamente los había puesto nombre, también al que
no había nacido.
Bill.
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Tom
lloraba en silencio en su habitación. Por qué, por qué había tenido que pasar
esto. Por qué su cuerpo se había posesionado del cuerpo de su hermano dejándolo
dentro de sí como un monstruoso Cronos.
Pero sobre todo, por qué aquel cuerpo atrapado había
seguido completamente consciente de todo.
El muchacho se quitó lentamente todas las máquinas que
controlaban sus constantes y la vía que lo conectaba al gotero que le
suministraba los sedantes. Con cautela
se dirigió a las escaleras, escondiéndose cada vez que oía pasos. Llevaba
solamente la bata del hospital y las rastas sueltas por la espalda le daban un
aspecto de Medusa mitológica; su mirada decidida probablemente habría
petrificado de sorpresa a más de uno, pero, sorprendentemente, nadie se cruzó
en su camino, nadie interceptó su subida a la azotea del hospital, donde se
encontraba el helipuerto donde había llegado casi en estado precomatoso, en el
helicóptero donde los médicos habían logrado mantenerlo con vida.
Estaba amaneciendo. Era uno de esos amaneceres rojizos
donde la vida parecía que sonreía. Tom ofreció por última vez su magnífico
perfil al horizonte, acercándose sin miedo al borde.
Eso es, hazlo. Salta. Libéranos. Y si no lo haces, yo
saltaré por ti. Te quiero. Te quiero. Te perdono.
Tom saltó. La bata se abrió en lo que pareció por un
momento las alas de un ángel. Una patrulla policial llegó al poco rato, avisada
por unos testigos.
Los policías se comunicaron con la central.
—Sí…
todo parece indicar que ha sido un suicidio, sí, al parecer padecía una
enfermedad terminal. Parece que los testigos se cegaron con la luz del sol,
porque estaban dispuestos a jurar que se trataba de dos chicos que habían
saltado abrazados. Sí, ya están levantando el cadáver. Vamos para allá.
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