Para resarcir la falta de concursos en tanto tiempo, aprovechamos para organizar un pequeño reto que consistía en escribir una historia basada en la sesión muy entretenida de preguntas y respuestas en Twitter que hace poco nos regalaron los chicos de la banda. La ganadora fue Cosette con su fic basado en HP. ¡Felicitaciones!
Multipropósitos por Cosette
Resumen: Los nuevos en Hogwarts, Bill y Tom, fueron divididos por el sombrero seleccionador. Buscando un lugar donde recuperar su intimidad, se encuentran con Georg y Gustav, con quienes tendrán más en común de lo que la diferencia de casas indicaría.
Los corredores del castillo eran lúgubres durante la noche: los fantasmas dormían, flotando en el aire, algunos cuadros roncaban y otros se quejaban por la luz de la varita. Para ser una escuela de magia, Filch, el vigilante, no cubría el espacio suficiente como para controlar toda esa fortaleza. Bill no quería confesar que la cuestión de salir de la cama en esas horas no le resultaba fácil ni divertida. No podía decir que no: un primer año de Slytherin tenía que ser capaz.
Además, su hermano había terminado en Gryffindor: mayor competencia. Para ser gemelos, no podían ser más contrarios en espíritu. Parecía haber un contenido mínimo, o muy profundo, en la mente de cada uno que lo diferenciaba de los demás. No era la similitud en sus rostros, en su pensamiento, en sus experiencias. Seguían siendo magos separados y eso era todo lo que el Sombrero Seleccionador veía y consideraba para determinar su futuro. Era difícil concebir que dormirían en partes separadas del castillo, pero de alguna manera deberían poder encontrarse el mayor tiempo posible, y ninguno de los dos renunciaría hasta encontrar la forma. La biblioteca no los aceptaría todo el tiempo, y en Slytherin eran exigentes con respecto a las compañías que otros compañeros compartían.
Se sorprendió cuando su hermano mayor le indicó cómo ir al séptimo piso y buscar el tapiz de Bárnabas, el chiflado, pero lo hizo sin dudar cuando todos se fueron a dormir. Guardó su varita, se enfrentó a la enorme pared, y cerró sus ojos. Caminó tres veces, de un lado a otro, frente a ella, pensando en cómo deseaba encontrarse con su hermano. Sentía la necesidad constante de tenerlo cerca después de haber pasado tantos años juntos, en la misma habitación. No tenía idea de lo que iba a pasar, pero cuando abrió los ojos lo supo. Una puerta se había materializado en la pared.
―Esa es ―dijo una voz a su lado―. La hallaste.
―¿Qué es, Tom? ―Bill se volvió a mirarlo. No lo había escuchado acercarse, pero sabía que era él.
―Es la Sala de los Menesters ―susurró, apoyando la barbilla en su hombro, desde su espalda―. Se transforma en lo que necesites. Me lo dijeron los elfos domésticos en la cocina.
―¿No está vigilada dentro?
―No hay forma, porque nunca es la misma habitación ―Tomó su brazo y tiró de él―. Vamos, antes de que llegue Filch.
Lo siguió, aun con cierta desconfianza, pero no de él, sino de la tranquilidad con la que aprovechaba esas cosas. A los pocos días de haber llegado, él ya sabía cómo llegar a la cocina, cómo salir, hasta estaba preparándose un mapa para poder ubicarse.
Dentro, el lugar era enorme. Había tantas cosas que no podía apreciarlas por separado. Una pared estaba cubierta de guitarras, de distintos colores y formas, que su hermano babeó un río; las acompañaban una batería, un bajo, violines, más instrumentos, un equipo de sonido, libros, revistas, un enorme armario en el que descubrió ropa y accesorios. Cosas del mundo no-mágico.
Su padrastro era muggle, y aunque conocía cada detalle del mundo mágico, no tuvo ningún problema en convivir con una bruja y sus dos hijos, abandonados por el padre; él era un Slytherin, pero no podría confesar el haber estado con una Gryffindor así que, simplemente, se fue. Bill se preguntaba si su madre estaba secretamente decepcionada de su casa.
Tom había pasado gran parte de su infancia ocupándose en aprender a manejar la guitarra, un instrumento musical muggle, y conectándose con su padrastro. Bill había temido por eso, que se le quitaran sus facultades mágicas. Se equivocaba.
Pasados unos minutos, cada uno se encontraba concentrado en distintas cosas, aunque más cerca que en los últimos meses. Tom pasaba los dedos por una guitarra negra, brillante, completamente nueva, mientras su gemelo pequeño disputaba entre leer libros de Artes Oscuras de la biblioteca o ir a nadar en los mares de ropa en el armario. Se preguntó si podía sacar algo de allí, a la vez que el mayor buscaba un enchufe ―que permitía acceder a una magia muggle llamada “electricidad”―, cuando las puertas de la Sala se volvieron a abrir desde afuera. Se congelaron en sus lugares, convencidos de que serían expulsados de la escuela, de la casa y del mundo mágico, viviendo en las calles y tocando la guitarra por monedas muggles.
―¡Te dije que funcionaría! ―dijo una voz, demasiado alto para el silencio del pasillo.
―¡Silencio, que todavía no cierro!
―¿Quiénes son? ―Dijo Tom, alarmado, cuando los dos intrusos se enfrentaron a ellos, ya dentro y seguros.
Eran dos: un chico musculoso, de pelo largo y lacio hasta los hombros, y otro más bajo, con unos enormes lentes de marco negro, ambos rubios.
―Soy Gustav, de Hufflepuff y, él Georg, de Ravenclaw… ―El chico bajo señaló al otro y miró a su alrededor, confundido―. Pensamos que estaría vacío.
―Pensaste mal, pueden irse ―Bill no los quería allí.
―Vamos, la habitación es enorme ―dijo Georg―. Solo por esta noche.
―De acuerdo, pero tengan cuidado con las guitarras ―Advirtió Tom.
Gustav se dirigió sin dudar a la batería. Se sentó frente a ella, la observó cuidadosamente y comenzó a tocar. No tardó en llamar la atención del gemelo mayor, que se aproximó a observarlo. Terminó siguiéndolo con la guitarra, a lo que se unió Georg, sin esperar, con un bajo. Bill los observó, sin poder creer cómo se había desarrollado la situación.
―Vamos, Bill, canta… ―Le reclamó su hermano.
―No voy a improvisar.
―De acuerdo. ―Se dirigió a los nuevos―. ¿Conocen a Aerosmith?
Ambos asintieron emocionados, nombrando canción tras canción. Hasta decidirse por una en la que Bill quiso cantar. Fueron descubriendo, bajo el sonido de la música, que les gustaban las mismas bandas muggles, las mismas canciones, y podían tocar juntándose allí. Era la libertad de la música la que los unía, la que diluía las elecciones del Sombrero Seleccionador durante la primera noche que entraron en Hogwarts.
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